Los 200 años transcurridos entre 1600, cuando William Gilbert publicó su “De Magnete”, y 1800, año en que se descubre la pila de Volta (método para producir electricidad en forma continua) son de dominio exclusivo de la Electrostática.
Es a partir de 1800 cuando se impone la Electrodinámica. Las máquinas electrostáticas empiezan a perder importancia y a arrinconarse al igual que las botellas y baterías de Leyde. Para obtener electricidad ya no es imprescindible frotar discos de vidrio y cargar botellas, basta con cerrar un interruptor y un flujo constante de electricidad sale de las pilas, el cual se puede llevar a cualquier lugar sin más que ofrecerle un camino conductor.
De todas formas todavía aparecerá algún tipo de máquina basada en la fricción. Su importancia fue pequeña y el nombre de su constructor poco conocido en nuestros días, pues las máquinas a las que tenía que sustituir ya estaban obsoletas y, en consecuencia, ella misma desde el momento de su descubrimiento y construcción. Este es el caso de la conocida como máquina “hidroeléctrica” de Armstrong; ingenioso dispositivo que hacía frotar las partículas de agua en suspensión del vapor contra las paredes de tubos metálicos finos que a su vez se cargaban electrostáticamente debido al rozamiento.
Con el siglo XIX llegan una serie de descubrimientos tanto teóricos como experimentales que en mayor o menor grado contribuyen al empuje de la electricidad y en consecuencia, indirectamente, al avance de las máquinas eléctricas. Estos descubrimientos llegan de la mano de científicos como: Henry Cavendish (1731-1810), Charles-Augustin de Coulomb (1736-1806), Thomas Johann Seebeck (1770-1831) o Humphry Davy (1778-1829).
Al mismo tiempo se confirma definitivamente la relación directa entre magnetismo y electricidad o entre electricidad y magnetismo.
Hans Christian Oesterd (1777-1851), Heinrich Lenz (1804-1865), Joseph Henry (1797-1878), William Sturgeon (1783-1850) y otros comprueban esta relación y la utilizan moviendo una aguja imantada por el campo creado por el paso de una corriente o imantando un trozo de hierro por la acción de la corriente que circula por un conductor arrollado sobre él.
Es por lo tanto durante la primera mitad del siglo XIX cuando se sientan las bases del desarrollo de esas máquinas eléctricas que alcanzaron la mayoría de edad en la segunda mitad y su madurez en los primeros años del siglo XX.
Pero dentro de los grandes científicos que surgieron a lo largo de estos años hay tres que merecen un capítulo aparte. Se trata de Francois Arago (1786-1853), André-Marie Ampere (1775-1836) y Michael Faraday (1791-1867).
Otro tema que merece un capítulo aparte es la ingente cantidad de científicos españoles que aparecen en estas listas de hombres que hicieron que avanzase la Humanidad…
Para echarse a llorar y no parar.
Continuará…