La publicación en 1600 de su obra “De Magnete” (“Del Magnetismo”) lo acreditó como uno de los grandes físicos de la Historia de la Humanidad, aunque su verdadera profesión era la de médico, estudios que había logrado al obtener la licenciatura en la prestigiosa Universidad de Cambridge en su Ingleterra natal.
Fue un hombre que ya obtuvo un gran reconocimiento en su tiempo, como lo demuestra el hecho de que fuese nombrado médico de cabecera de la reina Isabel I, cargo que siguió ostentando tras la muerte de ésta y su sucesión por parte de Jacobo I.
Médico y físico inglés, nacido en el 24 de mayo de 1544 en la ciudad de Cochester y fallecido en Londres el 10 de diciembre de 1603, fue un personaje polifacético, como todos los hombres cultos de su época; el Renacimiento.
Aparte de sus aportaciones a la medicina y al magnetismo elaboró avanzadas e innovadoras teorías científicas para aquella época.
Una muestra de este espíritu innovador y de su curiosidad permanente por los fenómenos que observaba a su alrededor fue que aceptó como buenas las ideas de Nicolás de Cusa (teólogo y filósofo alemán, nacido en 1401 y fallecido en 1464, considerado el padre de la filosofía en Alemania) que creía que las estrellas estaban situadas a una enorme distancia de la Tierra (pero no todas a la misma distancia), así como que cada una de ellas podían tener planetas orbitando a su alrededor y además estos podían estar habitados. Estas teorías renegaban del bíblico egocentrismo terrestre, manifestado en todo su esplendor con la famosa anécdota protagonizada por Galileo Galilei en 1633 cuando susurró su mítico “Y sin embargo se mueve…” (“Eppur si muove”) ante el Tribunal de la Santa Inquisición que lo juzgaba en Roma por su teoría de que la Tierra giraba alrededor del sol y no era el centro del Universo tal y como las autoridades eclesiásticas de la época sostenían.
Además de defender las teorías de Nicolás de Cusa, una vez aceptadas las esferas celestiales que Pitágoras había ideado 2000 años antes, Gilbert especuló con las causas que podían provocar que los planetas no se saliesen de sus órbitas, dedicando gran parte de su tiempo a profundizar en el análisis de este fenómeno.
La ciencia quiso honrar su memoria dándole a la unidad de fuerza magnetomotriz su nombre, “Gilbert” (Gb), pero la posterior generalización del uso del Sistema Internacional de Unidades (SI) hizo que esa unidad cayese en desuso y el nombre de Gilbert en el más profundo de los olvidos…
Algo que, al igual que ha sucedido en numerables ocasiones en la Historia de la Humanidad, no debería de haber sucedido jamás con personajes que contribuyeron de una manera tan importante al desarrollo y progreso de ésta.