Michael Faraday era uno de los diez hijos de un herrero de Newington, condado de Surrey, localidad cercana a Londres. Nació el 22 de septiembre de 1791, tuvo una infancia sin sobresaltos y a los quince años fue enviado como aprendiz de encuadernador de un artesano llamado Ricbcau, que tenía su taller en Manchester Square (Londres), donde permaneció unos 8 años. La normalidad de su educación e infancia la expresa él mismo con estas palabras: “Mi educación fue del tipo más corriente, consistente en poco más que en rudimentos de lectura, escritura y aritmética en una escuela normal. Mis horas fuera de la escuela las pasaba en casa o en la calle”.
El azar le dio a la ciencia uno de sus grandes hombres. En primer término por el lugar de trabajo que le puso en íntimo contacto con los libros. Después porque el patrón, simpatizando con la avidez del joven Faraday por aprender, le facilitaba la lectura y la encauzaba. Así, él mismo escribió: “… es en estos libros, durante mis horas de reposo, donde he comenzado mi aprendizaje filosófico (científico). Dos obras me han ayudado sobre todo: la Enciclopedia Británica y las Conversaciones sobre Química, de Marce , que me han iniciado en la ciencia de mi predilección. No vayáis a creer que he sido un pensador profundo o un niño precoz. Yo tenía una imaginación viva tan dispuesta a creer en los cuentos de las Mil y Una Noches como en la Enciclopedia. Pero los hechos tenían sobre todo importancia para mí y ello me ha salvado. Yo sabía ponerlos a prueba y comprobar las aseveraciones de los libros…”.
El libro de química de Marcet, esposa de un físico de Ginebra, lo leyó con fruición y repetidamente. En esta época dedicaba parte de su salario para comprar productos y repetir los experimentos en él descritos.
En el año 1812 de nuevo el azar contribuyó a la formación de Faraday como científico. Un cliente del encuadernador, Dance, miembro de la Royal Institution, le regaló una entrada para asistir a las clases que en dicha institución impartía un destacado científico de la época, Humphry Davy, periódicamente.
La invitación fue bien aprovechada. Michael Faraday tomó notas del curso, las pasó en limpio, las ilustró con dibujos y diagramas en color, con lo que formó un manuscrito encuadernado con 386 páginas, se lo envió a Joseph Banks, botánico, por entonces presidente de la Royal Institution, con la idea de que le ofreciera un puesto de trabajo para estar más cerca de los investigadores. Al no obtener respuesta, se dirigió directamente a Davy, pidiendo un puesto como ayudante.
El 18 de marzo de 1813, sin haber cumplido los 22 años, es propuesto por H.Davy de la siguiente forma:
“Sir H.Davy tiene el honor de informar a los señores directores que ha encontrado una persona deseosa de llenar el lugar que ocupaba William Payne. Su nombre es Michael Faraday. Es un joven de veintidós años que parece apto para llenar este lugar. Sus hábitos parecen buenos, su natural activo y despierto, sus maneras muy inteligentes. Acepta emplearse en las mismas condiciones en que estaba Mr. Payne en el momento de dejar la institución”.
Se acepta el nombramiento como ayudante de Davy en su laboratorio, con un sueldo de 25 chelines a la semana, salario inferior al que recibía como encuadernador.
Davy se lo llevó como ayudante y secretario a un viaje por Europa (sur de Francia, Ginebra, Italia). Su alegría y simpatía hacían que fuera aceptado y respetado por todos los que le conocían. Una frase, escrita por un científico que recibió la visita de los dos ingleses era contundente: “Hemos admirado a Davy, pero amado a Faraday”. Esto dio lugar a que los celos de la esposa de Davy hiciera el viaje desagradable, tratando al joven, más como un sirviente que como un colaborador, sin que su marido pudiera o quisiera evitarlo.
En este viaje conoció a hombres de ciencia de aquel tiempo de suma importancia, como Gay-Lussac o Ampère.
Al regreso a Inglaterra Faraday se dedicó al laboratorio en cuerpo y alma, dejando poco a poco a un lado a Davy. Es curioso que cuando el protegido del maestro fue propuesto como miembro de la Royal Institution, en 1824, el único voto en contra que surgió fue el de Davy (tal vez presionado por la esposa resentida).
En 1825 fue nombrado director del laboratorio y en 1833 profesor de química.
Su escasa memoria, que hacía que tuviera que llevar en una libreta anotados todos los detalles de sus experimentos, para no olvidarse, hizo que no fuera un erudito de conocimientos enciclopédicos (como lo fue su coetáneo André M.Ampère). Tenía una escasa base matemática, pero lo compensó con una gran capacidad de expresar gráficamente sus experimentos. Su sagacidad como investigador será difícilmente superable.
A los 30 años, en 1821, se casó con una muchacha que entonces tenía 22 años, formando un matrimonio estable y feliz sin hijos. La señora Faraday fue una leal colaboradora de su marido siendo, a veces, la primera en observar un nuevo fenómeno o intuir una ley. Sus ideas religiosas (pertenecía a una secta ya extinguida, muy estricta) le impidieron aceptar nombramientos, condecoraciones y homenajes. Renunció al nombramiento de Sir, por parte de la Reina, así como a la presidencia de la institución a la que dedicó su vida.
Murió cerca de Londres, en Hampton Court, el 25 de agosto 1867, en una casa cedida por la reina Victoria como recompensa a su labor científica e investigadora. Fue enterrado bajo una sencilla lápida, como había pedido, pero dejando su nombre grabado en la física, ya que la unidad de capacidad eléctrica en el Sistema Internacional de Unidades es el Faraday (F).
Su obra puede dividirse en dos partes, la química y la electricidad.
La primera le debe el método para licuar gases, ideado en 1823, sometiéndolos a presión. Así lo consiguió con el cloro (hasta entonces conocido como “gas permanente”, o sea, imposible de licuar), anhídrido carbónico, ácido sulfhídrico y otros. El primer trabajo que mereció ser publicado en el “Phylosophical Transactions”, en 1820, fue un estudio sobre “dos nuevas combinaciones del cloro y del carbono y sobre un nuevo compuesto de yodo, carbono e hidrógeno”.
Su gran contribución a la química orgánica la realizó en 1825 al descubrir el compuesto conocido por benceno. Lo publicó bajo el título : “Algunas nuevas combinaciones del carbono y del hidrógeno”, en el que anuncia el descubrimiento del benzol (núcleo benzoico) que constituye, hoy día, uno de los pilares de la moderna industria química orgánica.
Faraday continuó la labor de Davy en electroquímica. A él se deben los términos: electrolisis, electrolito (solución que podía conducir la corriente); denominó electrodos a las varillas metálicas que se introducen en la solución (bautizando por ánodo y cátodo al positivo y al negativo, respectivamente). Tocó otros campos con cierto éxito, como la óptica, obteniendo vidrios de alto índice de refracción, o la metalurgia, investigando sobre la fabricación de aceros de alta resistencia.
Pero la gran obra de Faraday es sobre el electromagnetismo, cuyos resultados sirvieron para cimentar la teoría electromagnética de Maxwell.
El punto de partida de la obra se asienta en 1821 cuando, después de repetir el experimento de Oesterd , escribió un resumen sobre la evolución del electromagnetismo hasta ese mismo instante.
Todos los experimentos los publicó en 14 series, destacando las cinco primeras como la base del electromagnetismo y la electroquímica actual. Estas primeras series trataban de:
- Los fenómenos de inducción electromagnética. Leída el 24 de noviembre de 1831.
- De la inducción por magnetismo terrestre. Leída el 12 de enero de1832.
- De la identidad de las electricidades proveniente de las distintas fuentes, es decir: electricidad voltaica (de las pilas), electricidad ordinaria (por frotamiento), magnetoelectricidad, termoelectricidad y electricidad animal. Leída el 10 y 17 de enero de 1833.
- De las leyes de la conducción eléctrica. Leída el 23 de mayo de 1833.
- De la descomposición electroquímica. Leída el 20 de junio de 1833.
Sólo la cita de estas series, subdivididas en 563 experiencias, dan una idea del ingente trabajo realizado por Michael Faraday sobre electricidad.
Un detalle que define el talante científico de Faraday es el siguiente. Murió pobre, aunque cuando comenzó a ser conocido recibió numerosas ofertas para resolver problemas técnicos industriales. Así, en 1830 ganaba en la Royal Institution 100 libras anuales más otras 1000 por trabajos extras. Ya en 1832 le ofrecieron 5000 libras al año. Pensó que el trabajo en la industria le restaría tiempo y dedicación para su labor investigadora y se planteó el eterno dilema: dinero o ciencia.
Por fortuna optó por la ciencia.