Charles Du Fay (1698-1739), que era superintendente de parques y jardines reales del rey Luis XV, repitió por su cuenta los experimentos realizados por Stephen Gray en Inglaterra años atrás. Llegando a demostrar, con la inestimable ayuda de su amigo el abad Jean Nollet (1700-1770), que el cuerpo humano era un excelente conductor.
Para ello, inspirándose en un grabado de la época, utilizaba su propio cuerpo de la siguiente forma; se colgaba de cuerdas aislantes de seda y una vez en esta posición se cargaba con una máquina de bola de vidrio, generando grandes chispas eléctricas cuando su compañero Nollet lo tocaba.
Este, y otros experimentos similares, fueron realizados por Du Fay y Nollet ante una corte que asistía divertida y complacida a tales espectáculos. Mientras tanto la ciencia se daba a conocer y progresaba.
Charles Du Fay fue un observador nato; sistemático en sus observaciones se dedicaba a estudiar con ahínco los resultados obtenidos. Llegando así, en el curso de sus experimentos, a descubrir que dos objetos cargados eléctricamente a veces se repelen y a veces se atraen. Esto le llevó a la conclusión de que debían de existir dos clases de electricidad. Así exponía sus experimentos en uno de sus escritos:
Si dos trozos de corcho se electrizan con una varilla de vidrio, éstos se repelen. Electrizados otros dos corchos de la misma manera pero ahora utilizando una varilla de resina, el efecto es el mismo. Pero, ¡oh, sorpresa!, si se juntan un trozo de corcho de los primeros con uno de los otros, éstos se atraen”.
Fue en uno de los ocho tomos de sus “Memorias” publicadas por Du Fay entre 1733 y 1737 donde informó a la comunidad científica de la época de la existencia de dos tipos de electricidad atendiendo a su origen; la electricidad vítrea, procedente del vidrio, cristal, lana o piedras preciosas y la electricidad resinosa, cuyo origen está en el ámbar, la seda, el papel o la resina. También informó de que los cuerpos con igual tipo de electricidad se repelen mientras que los que la tienen distinta se atraen, afirmando además que aquellos cuerpos no cargados poseían igual cantidad de fluido eléctrico de cada tipo.
Una vez definidas estas dos electricidades observó que éstas se comportaban entre sí de igual forma que los polos de un imán, por lo que parecía que por fin se había encontrado la tan buscada relación entre la electricidad y el magnetismo….
La pregunta que se planteaba era ¿es esta dicotomía una Ley Universal?
Durante muchos años el convencimiento de que así era supuso un importante lastre para los investigadores puesto que la teoría de Du Fay justificaba demasiadas cosas, aunque fallase en otras, como para rechazarla. La solución al problema planteado vino del otro lado del Atlántico, precisamente de la mano del primer científico americano de relevancia. Pero esa es otra historia que será contada en próximos capítulos…
Por otra parte, un personaje muy importante e influyente de la corte de Versalles, el reverendo Jean Nollet, aunque carecía del rigor científico de su amigo Du Fay, fue un enorme vulgarizador y divulgador de la ciencia tratando siempre de hacer de ésta “un placer para los aficionados y una diversión de moda” como él mismo describió.
Es conocida la forma que utilizó para demostrar, por ejemplo, la conducción de la electricidad por parte del cuerpo humano; con el permiso de su majestad el rey colocó 180 soldados franceses, unidos unos a otros, en fila, delante de los cortesanos. Al aplicarle una fuerte descarga a uno de los soldados situado en los extremos, ésta se transmitía al resto que saltaban bajo los efectos del choque; la electricidad como espectáculo de masas estaba servida.
Pero Nollet no se conformó y fue más lejos todavía. Repitió la experiencia pero ahora formando una cadena humana de 3 km de longitud, con frailes cartujos unidos unos a otros con un hilo metálico. Los efectos fueron similares.
La nobleza reía, el ejército saltaba y el clero temblaba frívolamente. Paradójicamente estos tres pilares de la monarquía absoluta; el clero, el ejército y la nobleza, dejaron de reír y empezaron a temblar en 1789 con el estallido de la Revolución Francesa.
Pero antes de que sucediese ese acontecimiento histórico que cambiaría el curso de la Historia en la vieja Europa, en el año 1754 Nollet publicó una obra donde recogía y explicaba muchos de estos experimentos. El título no podía ser más ilustrativo; “Ensayo sobre la electricidad de los cuerpos”.
Éstas últimas experiencias por parte de Nollet fueron hechas con la ayuda de un instrumento que iba a permitir un nuevo salto en el avance de la electricidad; la botella de Leyden. Se trataba de un acumulador de electricidad estática capaz de producir grandes descargas. Estamos hablando por tanto de un condensador, el primer condensador de la Historia de la Humanidad…
Paralelamente a estos experimentos las máquinas electrostáticas seguían ampliándose y mejorando. Muchos fueron los inventores consagrados a esta labor. Entre todos cabe destacar al inglés Jesse Ramsden (1735-1800), matemático, astrónomo y constructor de instrumentos científicos que pasó a la Historia por sus notables mejoras en los telescopios, el cual logra modificar considerablemente la forma de la máquina sustituyendo la mano del experimentador por unos cojinetes metálicos recubiertos de una capa de oro y con tacos de crin. Estos cojinetes fijos rozaban con el disco móvil sobre el cual se depositaban las cargas eléctricas generadas por la frotación, las cuales eran inmediatamente recogidas por unas puntas metálicas en forma de peine.
Estas máquinas electroestáticas adquirieron una gran difusión. Con discos de 1,5 m de diámetro se conseguían chispas de más de ¡1 metro de longitud!. Todavía hoy, casi 300 años después pueden observarse en algunos museos de ciencia europeos discos de este tipo capaces de generar grandes cantidades de voltios con intensidades, lógicamente, muy pequeñas.
Pero… ¿que fué de Nollet, del abad Jean Antoine Nollet?
Como una y mil veces ha de suceder a lo largo de la Historia de la Humanidad Nollet pasó de ser alabado al más oscuro de los ostracismos, olvidado completamente en los libros de Historia…
Pero antes de que eso ocurriese le dio tiempo a ser miembro de numerosas academias y sociedades científicas, ademas de crear el Gabinete Real de Física de Versalles, potenciar a los artesanos que construían instrumentos cada vez más sofisticados y publicar su obra de tres volúmenes “El arte de las experiencias” donde explica el manejo de innumerables aparatos e instrumentos en la línea de lo que otro de sus colegas, el abad Pluche publicó en su obra “El espectáculo de la naturaleza” (que llegó a las 8 ediciones) donde un prior explica a un caballero de la época todas las bellezas del conocimiento del mundo que le rodea.
Ya no se hacen libros así…
Continuará…