Este físico francés, originario de Estagel, Departamento de los Pirineos Orientales, nació el 26 de febrero de 1786.
Parecía destinado, desde niño, a dedicarse a la vida campesina por su constitución atlética, su carácter franco y osado, su predisposición y actitud a los trabajos manuales. Pero al tomar su padre posesión de un cargo oficial en Perpignan, la familia se traslada a esta ciudad meridional y es matriculado en el Liceo de la misma. Destacó en matemáticas, para su edad, por lo que a los dieciséis años se atreve, y se le autoriza, a presentarse a los exámenes de la Escuela Politécnica de París.
Los estudiantes de Perpignan eran examinados en la ciudad de Toulousse, por un profesor venido de París. Sus disertaciones sobre análisis matemático fueron tan audaces y contundentes que el examinador se dirigió a él en estos términos: “Señor, podéis hacer los preparativos para la marcha. Usted será recibido el primero”. Aceptado en la Escuela Politécnica con este grado jamás lo perdió.
Arago, a pesar de haber participado y contribuido al desarrollo científico en más de media docena de campos diferentes, no parece tener un renombre especial, aunque puede considerársele uno de los mayores físicos que ha dado Francia.
Terminados sus estudios, tuvo intención de dedicarse a la carrera militar pero su talante le hizo aceptar un puesto en el Observatorio de París. Uno de los primeros trabajos lo realizó en nuestro país junto con el también físico Jean Baptiste Biot; viajó a España a medir un arco meridiano. Prácticamente terminados los trabajos, Biot regresó a Francia y Arago se quedó en Mallorca para realizar las últimas triangulaciones.
Las vicisitudes de Arago a partir de este momento son propias de una novela de aventuras. El pueblo español está en armas contra los franceses (la Guerra de la Independencia está próxima). Al retirarse la escuadra gala que bloqueaba las Baleares a sus puertos, las hogueras que Arago y sus colaboradores hacían por las noches, como referencias para sus medidas, fueron interpretadas por los isleños como señales militares, con el consiguiente intento de linchamiento.
Su dominio del castellano unido a su sangre fría le evitaron una muerte segura. Con la ayuda de su amigo, el astrónomo Rodríguez, logró huir en una barca a la isla de Cabrera y de allí a Argel, después de innumerables peripecias.
Devuelto a Francia en un barco argelino, una nave española lo captura y lo lleva prisionero al puerto catalán de Roses, donde sufre todo tipo de vejaciones y padecimientos. Puesto en libertad, nuevamente en barco se traslada a Marsella, pero pierde el rumbo y es empujado por los vientos hacia Cerdeña. Después de diez días a la deriva por el Mediterráneo llega a las costas africanas. Desde allí, por tierra, consigue alcanzar Argel, entre nativos hostiles. Allí busca la ayuda del jeque que le había ayudado a su huida de España. Pero desgraciadamente para el geógrafo, las cosas habían cambiado. El nuevo jeque lo detiene, encarcela y esclaviza, hasta que es reclamado por el cónsul de Suecia y devuelto a Francia. Todavía antes de llegar tierras galas tiene problemas con la escuadra inglesa que bloquea Toulon.
Por fin llegó a París, después de visitar a su familia en Perpignan, presentándose a la Academia de Ciencias y al Bureau de Longitudes, pero con algo increíble: todos los datos geográficos y geodésicos encargados. Había estado desde 1806 a 1809 en cárceles, desiertos y mares, pasando infinidad de penalidades y sufrimientos, pero había conseguido salvaguardar las anotaciones geográficas.
Arago también participó en política, definiéndose decididamente como republicano, colaborando en las revoluciones de 1830 y 1848. Cuando Luis Napoleón se autoproclamó emperador, con el nombre de Napoleón III, pidiendo juramento de lealtad a los funcionarios, renunció a su puesto en el Observatorio de París, por no estar dispuesto a rendir esa pleitesía. El emperador, prudentemente, no forzó el juramento pero tampoco aceptó la dimisión.
A los 67 años, dejaba esta vida, en París, el día 2 de octubre de 1853.
Una de las mayores aportaciones a la física las hizo en óptica. Estudió la física de la luz, defendiendo en principio la teoría corpuscular para pasar después a la ondulatoria (lo que le provocó la enemistad con el compañero de viaje a España, Biot).
Trabajando con Fresnel le informó de las experiencias de Young, que aceptaba que las ondas luminosas eran transversales en lugar de longitudinales. Al aceptar Fresnel esta teoría, y encaminar su investigación por este campo, Arago renunció a seguir por este camino, por no tener confianza en llegar a buen puerto.
La teoría de la polarización coloreada fue demostrada mediante un aparato construido por él, su polariscopio.
Sin embargo, por lo que aquí interesa es por sus innumerables descubrimientos en electricidad y magnetismo. Tal vez, el principal fue la imantación artificial por corrientes eléctricas. Este descubrimiento lo hizo en 1820 cuando trabajaba, junto con Ampére, en las experiencias de Oesterd del mismo año. El fenómeno se podría explicar diciendo que una barra de acero o hierro dulce, rodeada por un conductor de cobre por el cual circula una corriente eléctrica, se comporta como un imán. Una vez interrumpida la corriente, desaparece la imantación.
Esto está justificado por una nota que se conserva en el Bureau de Longitudes de París, con fecha del 20 de septiembre de 1820, que dice:
Monsieur Arago habla de una nueva experiencia de la cual resulta que una pila voltaica imanta el hierro dulce”.
El siguiente 25 de septiembre el Monitor Universal anuncia que un “hilo conjugado” (es decir, que une los dos polos de una pila activada), se carga de limaduras de hierro como si fuera un imán.
No sería de extrañar que este descubrimiento hubiese sido hecho, o por lo menos inspirado, en uno de sus accidentados viajes por el Mediterráneo, ya descritos. Así se deduce de unas líneas escritas en una memoria titulada Compendio de observaciones electrodinámicas, publicado en 1822.
Explica Ampère que, según palabras del propio Arago, viajando en un barco con dirección a Marsella, y en las proximidades de Argel, un rayo cayó sobre el bajel y, sin saber por qué, la brújula realizó una semirevolución (sin que el capitán se percatase del hecho). El extremo de la aguja que debía marcar el norte señalaba ahora hacia la costa de África. Al poco tiempo el barco arribaba a las playas argelinas. Resulta probable que este extraordinario fenómeno fuese el que hizo nacer en Arago la idea del electroimán.
Por otra parte se le encargó, por parte del gobierno, un estudio en las máquinas de vapor (importantes generadores de fuerza motriz en esta época), para conocer la relación que existía, a altas presiones, entre la fuerza elástica del vapor de agua y su temperatura. Los peligros que tuvo que correr con estas experiencias fueron tal vez superiores a los que tuvo que soportar en su odisea juvenil.
La polarización coloreada, varios métodos para medidas luminosas, el magnetismo de rotación, importantes y novedosos estudios sobre la brújula son debidos a François Arago.
Como profesor no fue menos brillante que como investigador. Mostró gran capacidad en el arte de exponer un hecho científico, resaltando la profundidad, el rigor y la claridad de su método. Es también el creador, o por lo menos un pionero, de la divulgación científica a través de las publicaciones tituladas Notices Scientifiques recopiladas cada año en el Annuaire de Bureau des Longitudes.
En 1829 fue nombrado secretario perpetuo de la Academia de Ciencias de París, sección de ciencias matemáticas, sustituyendo a otro nombre ilustre, Fourier. Por este motivo deja sus labores de enseñanza en la Escuela Politécnica para dedicarse intensamente a la nueva tarea, que ya no abandonó hasta su muerte.