Al describir la historia de cualquier hazaña, evento o ciencia en este caso, es interesante (siempre que sea posible), establecer una fecha de arranque, un punto de partida cronológico, un kilómetro cero temporal. En el caso de la electricidad esta fecha es muy significativa por coincidir con el principio de un ciclo y una época; esta fecha de partida es el año 1600.
El motivo de esta elección es doble y doblemente atractivo y ambos se encuentran relacionados con el médico y físico William Gilbert. Él fue el primero en hacer un estudio científico y riguroso del magnetismo.
Este estudio se publicó, en latín, en el año 1600, bajo el título “La piedra imán y los cuerpos magnéticos”; se trata de una obra muy divulgada entre los eruditos europeos de la época y sobre todo estudiada por los “filósofos naturales” (nombre con el que se conocía a los incipientes investigadores sobre los fenómenos naturales) y que tuvo una influencia enorme.
En esta obra, recuperando la tradición griega, se estudia la característica que presenta el ámbar al ser frotado y propone llamarle a esta propiedad “vis eléctrica” nombre que surge debido a que la palabra usada para definir al ámbar en griego era “elektron”. Es por tanto en el mencionado año 1600 cuando nace la palabra que define esta ciencia así como el estudio de sus efectos.
William Gilbert (1544-1603) repitió, parece ser que sin saberlo, los experimentos que unos 300 años antes había realizado el galo Petrus Peregrinus y que habían caído en el olvido. Muchas son las aportaciones que realizó William Gilbert a la ciencia, pero sin lugar a dudas su contribución más importante fue la de considerar a la Tierra como un gran imán esférico: “La Tierra es un gigantesco imán” en sus propias palabras.
Y tenía razón. Que la Tierra se comporte como un imán gigante es el motivo por el cual una aguja imantada se orienta en la dirección definida por los polos magnéticos de la esfera terrestre (hasta entonces se pensaba de que se orientaba al espacio). Pero Gilbert no sólo descubrió este fenómeno sino también que esta orientación es constante en todos los puntos del globo terráqueo. Además, en su obra, describe el montaje de una aguja magnética que puede pivotar en la dirección vertical, donde se sitúa el polo norte indicando la Tierra.
El físico inglés observó también que las propiedades del ámbar al ser frotado se repetían en otras sustancias como en el cristal de roca, la resina, el azufre o el vidrio, clasificándolas a todas ellas como sustancias “eléctricas” por ser poseedoras de la fuerza “vis eléctrica”, mientras que llamó “no eléctricas” a aquellas sustancias que no presentaban las propiedades del ámbar y los metales.
Al igual que Galileo Galilei (1564-1642) Gilbert, fue un introductor del método experimental en las ciencias, lo que le permitió terminar con muchas de las creencias y supersticiones existentes en aquella época como que, por ejemplo, el ajo era un antídoto frente al magnetismo… La forma de desmontar esa “teoría” fue de una simpleza que hoy nos sorprende; se limitó a untar con ajo un imán y a comprobar que aún así, para sorpresa de sus coetáneos, el imán seguía atrayendo al hierro.
Tal vez este no sea el método científico mediante el cual se pueda enunciar, por ejemplo, la teoría de la Gravitación Universal, pero es sin duda el método experimental, el que sienta las bases para acabar enunciando esa y otras teorías científicas.
El interés de Gilbert por el método experimental le llevó a construir un aparato, llamado “versorium” que permitía comparar los efectos de la “vis eléctrica” sobre distintas sustancias al ser frotadas, permitiendo así ampliar la relación de sustancias eléctricas incorporando a la lista el lacre, diamante, ópalo, zafiro, arsénico. El versorium puede considerarse el primer “medidor eléctrico” y supuso un gran paso en el conocimiento que se tendría de la electricidad 400 años después.
Sin embargo otras hipótesis de William Gilbert no fueron tan acertadas, como por ejemplo la de suponer que las atracciones entre los cuerpos celestes tenían que ser, de alguna manera, de origen magnético. Esta creencia se demostró, con el paso del tiempo, ser falsa aunque ni el mencionado Galielo Galilei ni el gran matemático y astrónomo alemán Johannes Kepler (1571-1630) fueron capaces de dar una explicación más cercana a la realidad.
El mismísimo Albert Einstein (1879-1955) dedicó los últimos años de su vida, sin éxito, a la investigación de un sistema de relaciones entre las cuatro fuerzas fundamentales de la naturaleza; la gravitación, el electromagnetismo, las interacciones fuertes y las interacciones débiles.
Lo cierto es que todavía a día de hoy no existe una explicación plausible y definitiva al fenómeno del magnetismo terrestre. La hipótesis de que en el interior de la Tierra hay un inmenso núcleo metálico, que forma un gran imán, quedó desmontada al descubrirse en 1895 la llamada “temperatura de Curie” que establece que a partir de una determinada temperatura las propiedades magnéticas desaparecen. Esta temperatura en el caso del hierro es de 760 ºC mientras que el interior de la Tierra se encuentra a más de 1.000 ºC.
Aunque en su trabajo Gilbert sólo dedicó un capítulo a los fenómenos eléctricos, y sobre todo a demostrar la diferencia entre la atracción eléctrica y magnética (que era su principal preocupación), sí es cierto que sin embargo su obra supuso el comienzo de la bibliografía sobre electricidad así como un análisis sobre su comportamiento y efectos.
El procedimiento de investigación, conocido como método científico, introducido por Gilbert, es lo que hace que el año 1600 sea el umbral de los tiempos modernos, tiempos en los que se comenzó a eliminar toda una serie de creencias basadas en fantasías, misterios y fe religiosa.
Finalmente cabe reseñar que en 1635, el también inglés Henry Gellibrand (1597-1636) publicó una obra en la que por primera vez se indicaba que el campo magnético de la Tierra varía muy lentamente, tanto el de inclinación como el de declinación, afirmando que en la ciudad de Londres, en los últimos 50 años, la orientación del norte en una brújula había cambiado aproximadamente unos 7º (los motivos de esta variación siguen, a día de hoy, sin ser aclarados totalmente).
Aunque este descubrimiento contradijo lo que Gilbert defendió unos 50 años antes, es innegable que él, William Gilbert, fue el precursor del estudio del magnetismo y que su aportación en este terreno fue de un enorme valor para la ciencia y todos los avances posteriores en el campo de la ELECTRICIDAD.
Continuará…