La central hidráulica de la Malva es la segunda más antigua de Asturias (la central de Laviana con tres grupos y una potencia total de 1,1 MW había iniciado su andadura en el lejano 1905) entrando en funcionamiento en 1917. Su construcción supuso un reto de una dificultad titánica en aquellos años, además del nacimiento de una de las empresas con mayor arraigo en el Principado de Asturias; Hidroeléctrica del Cantábrico.
He aquí tan sólo una pequeña muestra sobre el esfuerzo que supuso simplemente el conseguir traer el material para el ensamblaje de una de las dos tuberías forzadas (una alemana y la otra italiana) de las que dispone la central.
La tubería alemana, de chapa de acero Siemens-Martin, fue contratada a la Sociedad Mannesmannrhöen Werke de Dusseldorf firmándose el contrato de suministro y montaje el 13 de marzo de 1914, estableciéndose el plazo de un año para el desarrollo de los trabajos y dándole a la casa suministradora los ocho primeros meses para la adquisición del material e inicio de la fabricación.
Sin embargo, el estallido de la Primera Guerra Mundial el 28 de julio de 1914, daría al traste con la planificación inicial.
Además de presentarse enormes dificultades para la adquisición de la materia prima (las chapas metálicas) de la que se componían la tubería forzada, los talleres Mannesman tuvieron que dedicarse, por orden expresa del gobierno alemán, a la fabricación, única y exclusivamente, de material de guerra… Esto retrasó considerablemente el inicio del proceso hasta que finalmente un representante del káiser Guillermo II (Emperador de Alemania, Rey de Prusia y antecesor del führer Adolf Hitler en la cancillería alemana), autorizó la producción de los tubos que posteriormente deberían de ensamblarse para construir la tubería forzada.
Aún así surgieron nuevos inconvenientes; cuando la tubería se encontraba lista para el embarque mil y un obstáculos fueron oponiéndose a su expedición y transporte. Hubo de pedirse varias veces el permiso de exportación al gobierno alemán y el de tránsito a los gobiernos francés y británico, pero al tratarse de tres permisos temporales con una serie de requisitos, y teniendo, además, que coincidir todos entre sí, la empresa suponía una auténtica quimera. Más si cabe cuando a estas dificultades había que añadirles las de la disponibilidad para el transporte por tren y barco y las de comunicación vía postal y telegráfica que existían en aquellos tiempos.
Pero, increíblemente, contra todo pronóstico, el 16 de mayo de 1916 los más de 100 tubos, de los que se componía los 1.027 metros de tubería forzada, llegaron al puerto de Gijón.
Las crónicas de la época califican este hecho de un auténtico MILAGRO.
Y a todas luces no parece exagerado dicho calificativo…
Cien años después sirva este relato como sentido homenaje a TODAS las personas que participaron en tan ambicioso proyecto… uno de esos que hace que la Humanidad avance.