Una vez sentadas las primeras bases del “método científico” por parte de William Gilbert comenzaron a aparecer los primeros “gabinetes” de física; en sus tranquilas estancias los investigadores pasaban horas y horas frotando toda clase de sustancias para poder medir los tan atractivos efectos de atracción que unos cuerpos ejercían sobre otros.
Es en este contexto cuando se logra el siguiente hito de la historia de la electricidad por parte del ciudadano de Magdeburgo (Alemania) Otto von Guericke (1602-1686).
Otto von Guericke fue un personaje polifacético, interesado por disciplinas tan dispares como la física, medicina, astrología, alquimia, astronomía e incluso la política. De hecho, en plena fase de reconstrucción de su ciudad, tras el saqueo durante la la conocida como “Guerra de los Treinta Años”, fue nombrado burgomaestre de la misma en 1646.
Su paso por la historia de la ciencia es conocido principalmente por sus estudios del vacío, creando para ello diversos y originales artilugios entre los que destacan una bomba para crear el vacío y sobre todo los famosos hemisferios de Magdeburgo, que servían para evidenciar la enorme fuerza que era capaz de producir la presión atmosférica.
Guericke, al igual que Gilbert, derrumbó teorías centenarias tan solo recurriendo a la experimentación. Teorías como la elaborada por Aristóteles (384-322 a.c) hace unos 2.400 años que postulaba que “La naturaleza repele el vacío”. Esta teoría venía a decir, en líneas generales, que si a un cuerpo se le somete a una fuerza constante, su velocidad iría aumentando a medida que disminuye la densidad del medio en el que se mueve. Esto implicaría que en el vacío la velocidad tendría que ser infinita y como no se aceptaba la existencia de una velocidad infinita (por razones filosóficas y religiosas) la conclusión era que se negaba la existencia del vacío. Guericke utilizó el método experimental para crear el vacío, demostrando así su existencia y echando por tierra la teoría aristotélica que había permanecido más de 2.000 años indiscutiblemente aceptada.
Sin embargo la aportación más interesante del físico alemán, desde el punto de vista de la electricidad, fueron sus estudios sobre la electricidad estática o electroestática; para ello en lugar de dedicarse a frotar objetos con la mano creó la que puede considerarse como la primera “máquina eléctrica”.
Para su creación llevo a cabo una serie de pasos; llenó una gran esfera hueca de vidrio con azufre molido y lo puso a hervir, cuando el azufre se solidificó, rompió el vidrio obteniendo una bola de azufre. Después perforó y atravesó diametralmente la bola de azufre con un eje de hierro que se apoyaba en unos soportes y al que dotó de una manivela. El funcionamiento de la “máquina” era muy simple; con una mano hacía girar la manivela y con la otra mano desnuda o cubierta con un trozo de piel de gato, apoyada sobre ella, la electrizaba.
Lamentablemente apenas se tienen datos de estos trabajos puesto que fueron realizados en el ocaso de su vida, aunque se sabe que estaban destinados a estudiar los “secretos” eléctricos de la Tierra. Pero aún así, el mero hecho de la construcción de la “bola de azufre” (que podemos considerar como la primera “máquina eléctrica” de la Historia de la Humanidad) merece un reconocimiento hacia el gran ingeniero alemán.
Pero el trabajo de Guericke no se limitó a la construcción de la mencionada máquina sino que sus múltiples experimentos le permitieron descubrir una serie de propiedades fundamentales de la electricidad; comprobó que la carga de una bola podía ser transferida a otra bola, por lo que intuyó la propiedad de la conductividad, también descubrió que un objeto atraído por la bola de azufre, al ponerse en contacto con ella, era inmediatamente repelido lo que suponía que existían, por lo tanto, dos efectos; la atracción y la repulsión.
En esta época se hablaba de la existencia de un “fluido eléctrico”, pero la pregunta era ¿dónde se encontraba dicho fluido?.
Una vez comunicados sus descubrimientos a Gottfried Leibniz (1646-1716), el gran filósofo y matemático alemán con el que mantenía una gran amistad y amplia correspondencia, éste le pidió que le proporcionase una de sus “máquinas” para así poder repetir los experimentos. Otto von Guericke correspondió inmediatamente a la petición.
De esta manera, Leibniz, trabajando en su gabinete situado en Frankfurt, observó por primera vez una chispa eléctrica producida artificialmente. Entusiasmado escribió aquella misma noche una carta para comunicarle a su viejo amigo el descubrimiento, pero Guericke, que ya se encontraba en un estado físico decrépito, no fue capaz de darle la importancia que tenía el hallazgo, creyendo que tan solo se trataba de un error de su colega.
Resulta muy interesante leer la contestación que le envió a su amigo Leibniz:
“Su muy grata del 31 de enero me anuncia la llegada de la bola de azufre y que debido a otros negocios todavía no ha podido probarla bien. Sin embargo ha percibido calor y chispas. No sé si se trata de un error, puesto que yo nada sé de calor en la bola, pero las chispas habrá que entender que provienen del brillo; cuando se frota con las manos secas, de noche o en la oscuridad, emite un brillo como el azúcar”
Continuará…